jueves, 6 de mayo de 2010

Tesoros al alcance.

ARTÍCULO SEMANAL.

Lunes 6 de Mayo del 2013.

Tesoros al alcance.

Arroz, salsa de tomate, cebollas, aceite de maíz, habichuelas, achote, maltas, tang (jugo en polvo), queso de bola, galletas, barra de chocolate, leche en polvo, mantequilla de maní, papas, guineos y avena. Así solía ser una lista de compras, camino al supermercado de mi pueblo, aparte de los productos de limpieza o de uso personal. Las listas del vecindario, podían parecerse en sus contenidos. Y eso parte de lo que es la costumbre del sector, también parte de lo que hay disponible y de lo que es la cultura regional y el legado ancestral.

Cuando se habla de la cocina puertorriqueña, el arroz, el gandul y la habichuela, tienen primacía. Son elementos que no pueden faltar en el hogar puertorriqueño, cuando ha llegado el momento de abastecerse de víveres. Claro que la cocina en Puerto Rico, como en todo país del mundo, tiene extensa variedad, pero es interesante como cada región del mundo, tiene en el campo cotidiano culinario, sus particulares señas.

En Venezuela, conocí las ¨cachapas¨, tipos de tortas planas de maíz, servidas con queso blanco.
Son muchos los establecimientos y los kioscos ambulantes que ofrecen este, de muchos otros platos típicos en la tierra venezolana. En el Perú, conocí el ¨Panettone¨, que aunque oriundo de Italia es un pan con pedacitos de frutas secas confitadas, que por tradición, se consume en época navideña. En la mayoría de los hogares que visitaba, alguien me ofrecía Panettone acompañado de un chocolate al estilo peruano. También entre ellos, conocí la ¨Cancha¨; maíz tostado, saladito y crujiente, de una variedad llamada ¨chulpe¨.

De la tierra dominicana, conocí el ¨Mangú¨; plátanos majados servidos con queso frito o con salami. También conocí la bebida del jengibre caliente en el desayuno, en mi primera visita a la República Dominicana.

En Honduras comí de las deliciosas ¨Baliadas¨; tortillas rellenas con frijoles, crema, queso fresco, aguacate y huevos.

Así cada persona pudiera dar información del comer típico de su región y de regiones o países en los que ha estado.

Pero, sin la intención de despertar el apetito con este escrito, a lo que quiero llegar es a la variedad de frutos que hay en la tierra y su trascendencia por encima de nuestra manera cultural de comer.

Hace unos años, mientras caminaba pausadamente por una sección de frutos, miraba un producto que por su aspecto, acaparó mi atención. Una fruta color verde olivo, con pelillos en su cáscara, de forma ovalada y del tamaño aproximado de un limón. No la conocía, nunca había visto tal fruta. Ni siquiera en mi oriunda tierra borincana, la había escuchado mencionar. Tomé una en mis manos y la olí. Me preguntaba qué sabor tendría, cómo se comía, si cruda o cocida. Pero la dejé en su lugar y analicé que la razón principal para no comprarla, era porque no me resultaba familiar. No había sido parte de mi cultura, no me traía memorias de mi tierra o de mi infancia, y por lo tanto, me parecía extraño comprarla.

Así hacemos frecuentemente los humanos, con los frutos que produce la tierra, que nos son desconocidos. Podemos estar frente a un fruto con cualidades nutritivas sorprendentes, pero predomina nuestra cultura en nuestra mente y no lo tomamos.

Días después de mi primer encuentro con aquella exótica fruta, indagué sobre su origen y valor nutritivo, para descubrir que tenía un alto contenido de vitamina C, mayor que el contenido en las fresas y las naranjas. Es oriunda de la China pero su peculiar nombre, proviene de otra nación que luego proliferó su cultivo y exportación en su tierra, y me refiero a Nueva Zelandia. Teniendo esta otra nación una peculiar ave, debido al parecido de esa fruta con ese animal, decidieron llamarla ´kiwi¨. 

Luego de que me informé, en mi próxima visita al supermercado compré mi primera porción de kiwis. Desde entonces, la consumo con frecuencia. En esos mismos días, una amiga cercana me informaba de que a uno de sus hijos le sangraban moderadamente las encías.
Sabiendo yo, que una de las razones por las que eso ocurre es por una deficiencia de vitamina C, fui y compré una bolsa de kiwis y se la entregué a aquella mujer. Ella, que al igual que yo, nunca había visto tales frutas, me preguntó inmediatamente qué eran. Le compartí de lo que había investigado y le expliqué de su alto contenido vitamínico. Las recibió y habiendo pasado más de una semana, me contó que se las había estado sirviendo a su hijo diariamente y que su desangramiento había cesado. Hasta el día de hoy, casi 15 años después, ese muchacho consume regularmente kiwis.

Esa experiencia me llevó a pensar desde entonces, de que hay muchos tesoros diseminados en la tierra, en forma de frutas, vegetales, hortalizas y viandas en general, de los que no aprovechamos sus propiedades de sostén, preventivas y curativas, porque no forman parte de nuestra forma cultural de comer.


Obviamente que tenemos en nuestro folclore, buenas prácticas de consumo; alimentos de valor nutritivo apreciable. Los limones, los cítricos en general, los vegetales, el maíz y sus harinas, el plátano, los frijoles, los cereales, los productos lácteos, etc. que acaparan una gran parte de la cocina latinoamericana, son parte de esa gama de productos en los que Dios en su bondad y amor, depositó vitaminas y minerales vitales para la existencia terrenal. Pero también, de nuestros ancestros, adquirimos prácticas impropias en el consumo de cosas que perjudican nuestra salud y existencia. Y una cosa y la otra acontecen en toda región en donde habita el hombre.

En una visita que diera una reconocida nutricionista a una reserva de nativos en los Estados Unidos, sorprendida encontró que todos eran obesos y que había casos de diabetes entre sus jóvenes. En su forma cultural de comer, había prácticas que los estaban enfermando.

Pero retomando el enfoque del comer con sensatez, si entendemos que Dios dio tal variedad de frutos para el disfrute de su creación en total, no tenemos por que privarnos de aprovechar esa variedad cuando están a nuestro alcance. Son tesoros de Dios que salen de los marcos culturales para bendición de todo aquel que les ¨eche mano¨. La hortaliza que bendice a un holandés, me bendice a mí también si la consumo, y la vianda oriunda de mi nación, puede bendecir la salud de un alemán, si éste la adquiere.

Conversando hace años con una persona de las Filipinas, por vía de Internet, me comentaba de que en esos días su salud estaba algo deteriorada por una infección urinaria. De una vez le recomendé algo que la medicina convencional, le gustara o no, tuvo que reconocer como remedio ideal para tales padecimientos: el jugo de cranberry (arándano). Por alguna razón que aún no sabe bien la ciencia, el jugo del arándano evita las infecciones en la uretra. Cuando le sugerí a esa persona el jugo de esa fruta, no supo de qué fruta le hablaba. Le envié imágenes y sostenía que era desconocida para ella. Finalmente concluí que en las Filipinas, no se cultiva ni consume tal tesoro. Ella tenía un padecimiento, que una frutilla, que yo regularmente tengo en mi nevera, combate y sana.

Hablando con un pastor en Venezuela, acerca de ciertas regiones en el Pacífico y en el Mediterráneo, en donde las personas son longevas y saludables, le comentaba que lo interesante es que en algunas de esas partes, las creencias de sus habitantes son de corte budista. Y él, con razón, replicaba con una pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué, entonces, duran más? Le respondí: ¨Nosotros los cristianos, aprovechamos uno de los tesoros que Dios ha dejado para el bien del hombre, un tesoro espiritual, o sea, su Palabra, la Biblia, ellos, (los budistas en ese caso) no echan mano, pudiendo, de la palabra de Dios, y pierden ese tesoro. Por otra parte, nosotros no aprovechamos un segundo tesoro que Dios también ha dejado, un tesoro del orden natural y solemos comer indisciplinadamente y sin entendimiento, y por eso no hay un gran número de personas longevas entre nosotros. Ellos sí aprovechan ese segundo tesoro y reciben el beneficio que el tal brinda al cuerpo. ¨

Repito, son tesoros de Dios, y a los que no siempre nuestras costumbres culturales acogen.

El Rey David, quien de igual manera asimilaría las costumbres culturales de su nación de origen, en una expresión de asombro y reconocimiento, dejó en tono de alabanza su impresión de la variedad con la que Dios ha bendecido a su creación.

¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; La tierra está llena de tus beneficios.  Salmos 104:24 (Biblia)

Al inicio de esta semana laboral, ¿se animaría a darle una segunda mirada a esos frutos exóticos que en ocasiones aparecen en el colmado de su ciudad o pueblito? Probablemente, en ellos estén algunos nutrientes que usted y su casa hayan estado necesitando.

Si los va a mirar con ojos culturales, le animo a que lo haga con la cultura de la gratitud, pues con amor Dios las dio y en abundancia, para el disfrute de todos.



M. Erskine Rivera
   Mayo 2013

Copyright 2013 M. Erskine


1 Comentaron...¿te animas? :

Anónimo dijo...

Es cierto lo que dice de las frutas, y de ese tesoro que Dios nos da en la naturaleza, que bueno seria apropiarnos de ello y ser mas consumidores de esas ricas frutas, mas en estos momentos donde abundan tantas afecciones e infecciones el saber el valor medicinal de ellas nos alivia el bolsillo porque no gastaremos en tantas medicinas, que sin querer restarles su aporte a la salud, pero dañan otros organos, triste pero cierto.

Entonces a comer frutas.