jueves, 12 de agosto de 2010

La sabiduría en nuestro tiempo. (1 Parte.)

ARTÍCULO SEMANAL.

Lunes 12 de Agosto del 2013.

La sabiduría en nuestro tiempo. (1 parte.)


Habiendo desde muy joven presenciado reuniones en las que se hablaba de la palabra de Dios, puedo clasificar distintas impresiones que tenía a distintos predicadores, estilos y mensajes.

Los mensajeros se supone que tienen un mensaje que entregar; pero no siempre buscan ante Dios tal mensaje, y cuando no se tiene algo que dar, la tendencia es a improvisar. En esta época, la tendencia es a copiar del Internet y a pegar. Y eso muchas veces se entrega desde las tarimas, sin revisar bien ni el contenido, ni la fuente. Por  razones como esta, es que las sensaciones del corazón de la audiencia, pueden ser marcadamente distintas, a pesar de que tales expositores hablen desde la misma plataforma y citen las mismas porciones escriturales.

Lo mismo ocurre desde las tarimas seculares; políticos, líderes cívicos o comunales, dejan distintas sensaciones en la mente y en particular el alma, dependiendo cómo y qué entregan en sus discursos.

¿Sensaciones? ¿Impresiones? En mi caso hubo algunas que parecían mecerme. El mensajero carecía de vitalidad o imaginación al entregar el mensaje, posiblemente, y me embargaba la plácida sensación del sueño. Hubo otros que habían escogido con tan sumo cuidado sus palabras (mensajes enteros escritos), habían estilizado tanto el sermón, y habían elegido al predicar un tono de voz tan fabricado, que inmediatamente después de la sensación de tedio, llegaba de igual manera el sueño. Otros se valían casi en su totalidad en usar un tono impetuoso. Con éstos nunca me dormía. Alzaban su voz continuamente, o utilizaban a manera de estribillo verdades de la palabra de Dios. No sabía, en aquél entonces, que este tipo de ¨estilos¨ apelaba más a la emoción o a los sentidos naturales, que a la razón. La sensación de sacudimiento, en el buen sentido, era la que me quedaba, terminadas tales predicaciones. 

Otros dejaban una atmósfera de liviandad en el recinto. Por lo menos, eso sentía. Mensajeros jocosos, no faltaron. Usando más chistes y experiencias graciosas que contenido bíblico, dejaban una sensación de bienestar físico, por las frecuentes risas provocadas. La sensación de que me había divertido, muy a pesar de ser fuerte y grata, no igualaba en impresión, ni en beneficio, las que me dejaban otro tipo de predicadores.

De éstos, pudiera decir que sus estilos eran variados. Unos tenían un tono fogoso, otros más calmado. Unos eran joviales con sus ilustraciones, otros, no tanto, pero igualmente efectivos al exponer. Había los que eran de un hablar sencillo, con pobre dicción, y hubo otros con vocabulario extenso. Entre ellos estaban los que caminaban de lado a lado en la plataforma, de igual manera, los había quedos, fijos detrás del púlpito. Pero todos esos, en mi corazón dejaban una misma sensación mucho más profunda que la de las impresiones emocionales. Sin importar su tono de voz, con esos, no me dormía. Al contrario, quería escuchar más. Luego supe de qué se trataba. Todos esos tenían dos cosas en particular. Y ambas parten del mismo principio.  El principio es que conocían a Dios de una manera cercana. Al conocer a Dios de esa forma, se dan esos dos factores que noté con el paso del tiempo.

Tenían mensaje y tenían sabiduría.

Es casi inevitable para el que conoce la siguiente cita, no traerla a colación cuando se habla de la verdadera fuente de la sabiduría:

¨ El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia. ¨  Proverbios 9:10 (Biblia)


La sensación que dejaban, que era la de haber sido esclarecido y correctamente orientado, la dejaban principalmente en el corazón. Y es allí, que el mensajero de Dios, debe depositar la encomienda. Tenían mensaje, ya que lo buscaban de Dios y tenían sabiduría, ya que conocían, con temor reverente, a Dios. Por eso, Dios los respaldaba y calaban donde más se requiere hacer bien, en el corazón.

Tenga en cuenta que yo era un joven cercano a los veinte años. Pero joven o adulto, la audiencia sabe lo que es sabiduría genuina, cuando la prueba. Y he sido testigo de ver de esa sabiduría borbotando en gente preparada, pero también en gente sin educación secular, ya que no depende de las letras, sino de la búsqueda y la entrega. 

Este artículo que constará de dos o más partes, lo dedicaré a hablar sobre la sabiduría. No de la terrenal humanista, no de la puramente filosófica, sino de la sabiduría que se inicia con el conocimiento de Dios.

No sobre la preparación académica o científica. Tenemos montones de científicos y profesionales, muy inteligentes en lo general, pero no sabios. Se ha dicho que la inteligencia es tener conocimiento de algo o capacidad para algo, y que la sabiduría es saber usar tal conocimiento.

Puede haber algo de razón en esa declaración. pero queda en superficie cuando examinamos lo que es la sabiduría, de manera más cercana. Esa sabiduría contribuye benéficamente a lo que se dice, a lo que se hace y a cómo se vive. Cuando está, es admirablemente notable.

Hace unos años tuve uno de los descubrimientos (en mi experiencia) más trágicos de los que he tenido. Descubrí que en nuestra época tenemos una generación de adultos y ancianos carentes de sabiduría. Dicho en otras palabras, la comunidad adulta de hoy, no es en general sabia.

Por las distintas razones que pudiéramos mencionar, y excluyendo las que tratan de orígenes  patológicos mentales (enfermedades), tenemos muchas personas mayores que emocionalmente reflejan conductas en lo que dicen y hacen, que asociaríamos solamente con la inexperiencia de los años de la adolescencia o la juventud. De nuevo, estoy excluyendo a los que tienen padecimientos mentales.

Me referí a esa carencia como algo trágico porque, primero, no debiera ser así; segundo, eso es un reflejo de la baja calidad espiritual y moral que estamos asimilando o viviendo en los años previos y finalmente, ¿hacia dónde van a mirar las nuevas generaciones que quieran adquirir la sabiduría para vivir o ser inspirados para el sabio camino con el buen consejo?  Que una nación carezca de adultos y ancianos sabios, si me parece trágico. 




Y comencé con ellos, especialmente los adultos mayores de edad, por ser la parte de cierre, la etapa final de la experiencia humana terrenal. Pues si así en ese estado está el hombre llegando a la ancianidad, ¿qué es lo que tenemos hoy como ejemplo, en los líderes o en las autoridades más jóvenes? 

He sostenido que los años no nos dan sabiduría, sino experiencia. Y en esa parte, la de la experiencia, no encontrará a nadie que en la adultez, sea aprendiz. Todos en mayor o menor grado, tenemos experiencia y conocimientos acumulados en el almacén del corazón, el alma y la mente. Pero, es cuando buscamos por sabiduría que hallamos las bóvedas casi vacías.

Cerrando con una nota alentadora, este artículo que ha de continuar, queriendo Dios, diré que si Dios está a nuestro alcance cada día que lo busquemos de corazón y en la manera por Él indicada en su palabra, tenemos acceso cada día a la sabiduría. Es cuestión de reconocer nuestra  carencia y a la vez la abundancia de bien legítimo que de Dios emana. 

No tenemos porque  llegar a ser, cuando nos toquen los años de cierre,  de las estadísticas de los que llegan sin sabiduría; podemos llegar a ser de los que al abrir sus labios, inspiran y sacuden al más duro corazón y a las más novatas almas. 

(Continuará, Dios mediante.)




M. Erskine Rivera
   Agosto 2013

Copyright 2013 M. Erskine


1 Comentaron...¿te animas? :

Anónimo dijo...

Interesante primera entrega de este artículo, como bien dices las canas ya no es señal de sabiduría, al igual que tú he visto ese escenario en muchos lugares.
La sabiduría está depositada en un recipiente Divino Sobrenatural, Nuestro Dios.