viernes, 18 de junio de 2010

Ráfaga y pelota.


Ráfaga y pelota.

Hoy miércoles fue un día ventoso. Había recibido la invitación de un hermano, para comer en la ciudad. Quería compartir ciertas inquietudes, que como siervo de Jesucristo él tenía. Accedí. A la 1:12 pm, me encontraba en la esquina de la iglesia a la que este hermano asiste.

Los árboles parecían haberse puesto de acuerdo con el viento, para musitar cosas dulces a Dios y para batir ramas de reconocimiento a su grandeza. Yo estaba allí en la esquina, bajo una sombra, disfrutando el viento californiano.

Serían la 1:20 más o menos, cuando mirando a mi izquierda, del otro lado de la calle, alcancé a ver a un pequeño niño vestido de rojo. Tendría como 4 años. El lugar donde me encontraba era de domicilios. Autómoviles pasaban por aquella carretera con una relativa frecuencia. Me quedé atento al pequeño, pues, estaba muy cerca del borde de la acera, como queriendo cruzar la calle.

Una niña se acercó; tendría ella, tal vez 6 años. Pensé que venía a detener al pequeñín de un aparente intento de cruzar, pero, no. Se detuvo al lado de él y no fue hasta que un tercer niño igual de pequeño, se acercara y se detuviera al borde mismo de la acera, que entendí que algo miraban. Era en el centro de la carretera donde fijaban su atención, y era hacia allí que el de rojo señalaba con su manita.

Habia en medio de la carretera una pelota de plástico, que supuse les pertenecía.

Como me gusta observar el comportamiento de los pequeños, vacilé un poco en ir hacia la carretera y buscarles su pelota. Me quedé observándolos. Miré a sus alrededores para ver si alguien vendría a alcanzarles el juguete, y al no ser así, y comprender que podía haber peligro si no avanzaba a buscarles yo, lo que miraban, puse mi mirada en el punto hacia donde iba a dirijirme, cuando una ráfaga de viento, delicada, impulsó la pelota (sin desviarse) directamente hacia el más pequeño de ellos.

Sonreí.

El de rojo, luego de tomar la pelota entre sus brazos, como quien la tomara de los de un abuelo atento, miró a los otros dos, algo sorprendido. Se regresaron al patio de una pequeña casa.


Sonreí, porque Dios sabía de ellos; porque conocía que el juego que tenían esas criaturas dependía de la pelota. Él se las alcanzó.
Había llamado el viento ese día para barrer las calles polvorientas de la pintoresca ciudad, para transportar semillas de un terreno a otro, para aliviarles el paso a los transeúntes, que a distancia avanzaban bajo el sol veraniego, para mover las nubes; e hizo uso de su viento para entregar una pelota en las manos de un niño.

Por eso sonreí.

Un Dios con el suficiente poder para mover esferas de millones de toneladas de peso en el espacio y con la suficiente atención detallada, para mover una pelota plástica en dirección a un pequeño.

Esperé hasta la 1:30, pero, nunca vinieron por mi.
¿Supo Dios que no me recogieron para comer?
¿Sabe Dios qué pasaría?
¿Ven sus ojos toda la tierra y a los que en ella habitan?

Una pelota en el medio de la carretera, un niño de manitas suplicantes y una ráfaga de viento al servicio del Creador, me han respondido afirmativamente.

Llegué hasta allí para una invitación de almuerzo; salí de aquella esquina y regresé a casa, con mi alma satisfecha.

En Cristo, Erskine.

(Esto me ocurrió el 1 de Junio del 2005.)

COPYRIGHT 2005 M. Erskine

3 Comentaron...¿te animas? :

Ritter Savino dijo...

Me encanto esta historia. Is amazing to see God's hand all over. Even in the little things. God take care of His children in all things. I believe that the Lord used situations like this to show us His amazing love. It was definitely worthy to be at that place and at that moment :).

Erskine dijo...

It was worth it, with no doubt. Eight years later, continues to inspire me and others.

Un abrazo, Ritter.

Anónimo dijo...

Yo también sonreí al imaginar la fascinante escena. De haberte acompañado en esa ocasión, de seguro nos hubiéramos mirado e inmediatamente después hubiese venido una sonrisa compartida, seguramente varias; y habría sido el tema de conversación a lo largo del día.

Cómo negar que Dios tuvo especial cuidado de aquellos pequeñitos. Cómo negar que ha tenido especial cuidado de nosotros como hijos.
Cómo negar que con Su poder, ha traído hasta nosotros miles de bendiciones durante lo largo de nuestra vida. Sé que han sido tantas que muchas veces olvidamos darle las gracias.

Esos fuertes vientos con los que mi Dios sopla, además de todo lo que has compartido también han traído a nuestras vidas personas maravillosas, regalos inesperados, provisión en todas las áreas; bendiciones que solamente pueden venir de Aquel que nos ama más que nadie. Qué Dios tan maravilloso el que tenemos. No nos alcanzaría esta vida para agradecerle.

Tú llegaste a casa con el alma satisfecha; Dios te había dado una razón más para estarlo, de tantas que a diario nos dá.

Basta solamente saber que a parte de enviar a Su Hijo a morir para salvarnos, quiso darnos Su Espíritu Santo para morar en nosotros. Eso sería más que suficiente para estar eternamente satisfechos.

Hermosa vivencia, gracias por compartirla. Bendiciones eternas para tu vida.