jueves, 10 de junio de 2010

Toque afable.


ARTÍCULO SEMANAL.
Lunes 10 de Junio del 2013.

Toque afable.



Una imagen que ha dado la vuelta al mundo, de seguro, decenas de veces. Tomada por un fotógrafo de un periódico, que se encontraba de visita esa noche en aquel Hospital, captó una fracción del momento en que una bebita de apenas dos libras y con tres semanas de haber nacido, extendía su bracito sobre la espalda de su hermana gemela. La abrazada en ese día estaba mostrando signos de deterioro, pues los latidos de su corazón estaban perdiendo fuerza y su respiración disminuía. Una enfermera, tomó a la otra bebita, cuya salud era favorablemente estable y la puso en la misma incubadora en donde estaba su doliente hermanita; procedimiento que médicamente, no se había hecho antes en ningún hospital en los Estados Unidos. 

Los signos vitales de Brielle se normalizaron en cuestión de minutos, ante la asombrada mirada de la enfermera y los padres de las gemelas. El toque humano, piel con piel, fue el remedio. 

Han pasado 17 años de este incidente, y mucho se ha estudiado sobre el bienestar del contacto físico afable en el ser humano.  La ciencia analiza las conexiones del sistema nervioso en la piel y encuentra cómo éste reacciona benéficamente  sobre diversas partes del cuerpo, cuando la epidermis es tocada afectivamente.

¡Maravilla y bondad de la ingeniería Divina!

Con los aparatos científicos disponibles y estudios realizados, la medicina ha podido constatar el bienestar del toque humano sobre la salud, inclusive, la mental. ¿Es la mente la que necesita ese estímulo y al recibirlo, genera una predisposición de recuperación física? ¿Es inicialmente un beneficio físico que gradualmente va influenciando para bien a la mente? Independientemente del orden, algo que la ciencia secular suele ignorar por resultado o con intención, es la existencia del espíritu humano.

La creencia en la evolución ha contribuido mucho a que científicos se aferren a la idea de que somos animales desarrollados; dicho criollamente, que somos simplemente un montón de carne, tejido, nervios, fluidos y huesos. La Biblia revela que ese cúmulo de materiales orgánicos, es la superficie funcional que envuelve a un ser, un ser espiritual. Osea, a la persona en sí.

Si los que se resisten a aceptar que somos tripartitos (espíritu, alma y cuerpo), y que estudian la reacción del ser humano ante el toque de otro ser humano, reconsideraran, entenderían que más allá del cuerpo o la mente, es principalmente el espíritu humano el que apremia de ese auxilio.

Ese toque físico puede ser dado e interpretado como amor, aprecio, apoyo, consuelo, protección y tantas otras impresiones, por ese espíritu. Las palabras afables, los gestos y actos bondadosos, proveen ese toque cálido al hombre interno, que de gran manera le benefician. 

Somos seres espirituales, habitando en un cuerpo físico, comunicándonos lo mejor que podemos por los sentidos con los que fuimos provistos, y con la necesidad intrínseca de amar y ser amados. Aún el más desabrido de los seres humanos, urge de eso, aunque lo disimule. Y en la misma línea, la más importante de las urgencias de nuestro ser, es, lo reconozcamos o no, tener a Dios con uno.

De Dios viene el toque supremo de vida. 

En el libro ¨El evangelio detrás de las rejas¨,  que trata sobre las vivencias que tuvo un pastor evangélico en una prisión en Cuba, durante 13 años, su autor, el pastor Reinaldo Medina, incluye en su relato la diferencia que hizo un toque en la vida de un hombre también preso. Una noche escuchó el chirrido de una celda próxima a la suya, ya que acababan de traer a otro prisionero. Él y aquellos con los que compartía su celda, intentaron comunicarse con ese hombre con golpes en la pared y sonidos que usaban como claves, pero, aquél preso se mantuvo en silencio. Entendieron, cuenta él, que quien fuera que estuviera ahí, estaba sumergido en un estado profundo de depresión. 

A las 5 de la mañana, cuando los guardias traían algo de comer a los presos, el pastor sintió que el prisionero recogía su plato, pero inmediatamente, volvió el silencio total a esa celda. Al rato el pastor y sus compañeros de celda, comenzaron a palpar pulgada a pulgada la pared para ver si daban con algún ladrillo suelto, algo que era común encontrar en esas celdas. Después de mucho tiempo en su intento, el pastor encontró un ladrillo en la pared al nivel del suelo, que estaba suelto. Removiéndolo y gritando insistentemente por el hueco que quedó en la pared y que comunicaba a la otra celda, preguntaba-¨¿Quién eres tú? ¿Cómo puedo ayudarte? Soy el pastor Medina, acércate al hueco. ¨ Cuenta que aquél hombre al escuchar eso, exclamó de júbilo y saltando de su cama y pegando su rostro al suelo, se asomó al hueco en la pared. El hombre estaba llorando de rabia e impotencia y le dijo: ¨ En el preciso momento que usted llamó por este hueco yo iba a privarme de la vida. ¨

Le confesó que había estado durante horas afilando el mango de una cuchara y que justo cuando el pastor lo llamó, él tenía el filo que había logrado, puesto sobre su vena yugular para quitarse la vida. Desahogando todo su dolor con aquel pastor que le escuchaba a través del hueco, aquel hombre recuperó su voluntad para vivir y en esa misma mañana, asistido por Reinaldo Medina, abrió su corazón a Cristo.

Si bien no había posibilidad de abrazarlo físicamente, con palabras afables y de poder transformador, Reinaldo pudo abrazar el necesitado espíritu de aquél prisionero, y pudo, dirigido por el Espíritu de Dios, llevarle a iniciar una nueva vida en el Señor.

Toques afables. Toques salvadores. Lleno está el mundo de personas necesitándolos.

Ayer en la noche recibí la llamada de un amigo y hermano en Cristo. Hacía meses que no le escuchaba. Me llamó para saber de mí. Y mientras me hablaba, pensaba como ese hermano, que es sumamente sencillo, sin una profesión reconocida, sin un vocabulario extenso, sin muchos recursos intelectuales o económicos, le brindaba un calor a mi alma, con esa llamada telefónica envuelta en sincera manifestación de amor fraternal. Fue como un abrazo. Así lo sentí. Me hizo un bien del que estoy consciente.

Hay personas que hemos olvidado. Se han vuelto viejas las memorias que tenemos de ellos y ocupados en nuestras propias sendas, hemos concluido, en las pocas veces que les recordamos, que deben estar bien. Y con cuánta frecuencia ocurre, que cuando decidimos después de mucho tiempo de aislamiento, contactarlos, nos cuentan de cómo estuvieron graves, o viviendo en la calle, o pasando alguna difícil experiencia. Nos sentimos mal cuando comprendemos que de esas duras situaciones que pasaron, algunas ocurrieron durante las esporádicas veces que los tuvimos en la mente y en las que pospusimos contactarlos. Necesitaron de ese toque nuestro. 

A Dios gracias, porque concede nuevas oportunidades. El hermano de ayer, aprovechó la que Dios le concedió; así la enfermera, así el pastor en aquella prisión.

En esta semana, palpemos las páginas de nuestras viejas libretas de teléfonos o direcciones, busquemos el ladrillo suelto por el que podamos volver a dar con aquella persona que quedó olvidada. De alguna manera, en alguna bien intencionada y sana llamada, en alguna repentina y desinteresada visita, hallará algo de ese tan necesitado toque de vida.  



M. Erskine Rivera
   Junio 2013

Copyright 2013 M. Erskine


2 Comentaron...¿te animas? :

Anónimo dijo...

Me toco tu escrito en la distancia, como bien dices fue un toque afable, cuan necesario en la vida de todo ser humano, si, muy necesario.

Sabes? ayer me toco dar ese toque por telefóno a una hermana necesitada de ese toque de vida, y para ella fue vivificador, hoy Dios te usa a ti para darme ese toque hermoso que ha sacado lágrimas de mi alma.

Gracias por tan hermoso toque de vida que me has dado hoy.

Dios te bendiga :)

Anónimo dijo...

Hace tiempo lei sobre ese articulo de estas nenas y me parecio la foto y la historia bella.

Luego escuche hace tiempo atras de los beneficios de un abrazo, me parecio extraño, pero en un momento dificil experimente un abrazo de alguien que me lo dio con sinceridad, asi lo senti y fue sanador,no puedo explicarlo con palabras, pero me ayudo mucho.

Su escrito me gusto y fue como un abrazo y me hizo recordar ese abrazo que me causo tanto bien.

Gracias y Dios le bendiga.