jueves, 27 de mayo de 2010

Entre los que me ayudan.

ARTÍCULO SEMANAL.

Lunes 27 de Mayo del 2013.

Entre los que me ayudan.


¨Jehová está conmigo entre los que me ayudan; por tanto, yo veré mi deseo en los que me aborrecen. ¨  Salmos 118:7 (Biblia)

Ser declarado enemigo del reino, sin serlo; ser perseguido por órdenes del Rey, para ser eliminado y vivir como fugitivo por muchos años, no era para nada agradable al dulce cantor de Israel. La manera como la mayoría de la nación vería a David, durante ese tiempo, de seguro añadiría angustia a su corazón. Por eso, cuando viviendo en cuevas, a causa de Saúl, recibía visitas a escondidas, de sus familiares u otras personas que le proveían alimento y consuelo, no dudaba que era Dios mismo quién siendo justo, le socorría.

En mi tiempo de infancia y adolescencia, no recuerdo que hubiera un día en el que no hubiéramos tenido para comer. Pero sí hubo una serie de días en los que la situación se volvió precaria para mi madre y para nosotros, que éramos nueve hijos. Uno de esos días en el que no habíamos desayu- nado bien dada la escasez en casa, tomó un giro sorpresivo cerca del mediodía. Un grupo de personas llegó a nuestro apartamento con bolsas de víveres sin que mi madre o nosotros lo esperáramos. Algunos de los hijos asomándonos por entre la cortina que separaba el pasillo de la sala, escuchamos cuando un hombre que encabezaba aquél grupo y que venía de un pueblo vecino, le decía a mi sorprendida madre, que ellos habían sentido de Dios traer toda esa comida a nosotros. Comimos por varias semanas de aquel regalo. Habían llegado justo en nuestra peor crisis; crisis que gracias a la misericordia de Dios, no volvió a darse.

Fue una de las primeras veces en que quedé impactado al punto de pensar en que hechos como ese, de auxilio tan oportuno, no estaban privados de la participación de Dios. Era su mano; no era posible que no estuviera él involucrado.

Mi inferencia no era errada; con el paso del tiempo lo confirmaría.

Diariamente alguien necesita ayuda, alguien la espera y alguien la solicita, aunque no siempre para lo que es correcto. Dependiendo de las circunstancias y la actividad en las que se solicita ayuda, el que asiste, puede ser catalogado como aliado, como cómplice o como un auxiliar, y por lo mismo, no está la mano salvadora de Dios en todos esos casos, aunque siempre está su atenta mirada.

Muchos criminales en la historia han hallado resguardo, por un tiempo, con personas de la comunidad, antes de ser capturados por la justicia. En ese tipo de ¨asistencia¨, en la de ocultar a alguien que evidentemente ha cometido crímenes contra la humanidad, no participa el ala protectora de Dios. Paradójicamente, entre estos criminales han existido los que se encomendaban a la protección divina antes de cometer sus fechorías. Claramente, sin ignorar el lado de la compasión en la que se brinda pan incluso al malhechor, quienes encubren de la justicia a individuos dados al crimen, entran en la categoría de cómplice.

No es ese tipo de ayudador al que David asocia con la mano de Dios, es al que auxilia, conociendo o no al que precisa, con el genuino bien; es al que se conduele de la situación del injustamente perseguido, o del afligido y necesitado. Dios está orquestando a diario su auxilio sobre la vida de centenares de personas, lo reconozcamos o no.

Todos escuchamos de incidentes cuyos desenlaces no pudieron haberse dado con la simple participación humana. Uno de tantos, se dio en la ciudad de New York hace varios años. Una anciana residente de un edificio de apartamentos, acostumbraba a salir en su sillón de ruedas cada mañana y a acomodarse bajo la sombra de un árbol contiguo al edificio. Allí se distraía viendo el paso de la gente y conversando con residentes del lugar. Ese era su lugar predilecto de mañana. Uno de esos días, cuando se acercaba a su árbol, sintió el fuerte impulso de trasladarse a otra sección de la acera, pero siempre, al lado del edificio. A los minutos de estar quieta en ese otro lugar, desde arriba cayó sobre su regazo un bebé. Un niño pequeñito se había caído desde una ventana del mismo edificio a varios pisos de elevación. Haber caído en el regazo de la anciana, salvó su vida.
  
Mirando de cerca y aun sin lente ¨religioso¨, y concienzudamente un caso como éste, cualquiera es capaz de reconocer que una mano sobrehumana ayudó. En este caso esa anciana no planificó nada en ese día para acudir al auxilio de alguien, solamente cedió a lo que le impelía a situarse en otro lugar. Fue herramienta auxiliar de Dios para favorecer a ese pequeñito. Ese niño, que a estas alturas debe ser un joven, y sus padres, no pueden negar que recibieron ayuda de Dios.

Y en otros casos, en los que la gente sí está consciente de que se requiere su asistencia, y en los que no hay resistencia a ayudar, se pone en manifiesto además de la sensibilidad de la gente, el tierno amor de Dios, influenciando tales corazones. Eso conmueve.


Cuando nos llega esa sorpresiva carta cargada de palabras de ánimo, cuando alguien dejó a nuestra puerta un envase con comida, porque pensó en uno mientras disfrutaba de un banquete al que uno no pudo asistir, cuando alguien, que usualmente no te llama, llamó una noche que coro- naba nuestra angustia, y comenzó diciéndonos-¨ te llamo porque viniste a mi mente y quiero saber cómo estás. ¨-, cuando siendo difamados injustamente, alguien conocido nos encuentra y sin aviso nos abraza, o cuando habiendo incurrido en un error reprochable, alguien nos hace saber que está orando por uno y que sabe que uno volverá a levantarse, no puede uno menos que llorar de alma, conmovido. Nos percatamos de que Dios mismo impulsa e inspira tales gratas intervenciones.

Pudiéramos asociar en figura, al brazo de Dios con fuerzas intensas y sistemas complejos en la naturaleza, como la lluvia y sus efectos, pero de igual manera, a nuestros semejantes, conocidos y desconocidos, en esos actos de socorro, con los dedos de Dios. Los dedos de Dios en la tierra. Su Espíritu se conmueve desde su alto trono y toca el espíritu de los hombres para ser de ayuda al que la necesita. Una combinación de buena voluntad en el alto trono y sensibilidad en humanos corazones.

Piensa en las veces en las que durante esta semana y durante el resto de tu vida, pudieras ser auxiliar de Dios en diversas situaciones. Y piensa en cómo eso ha de tocar el corazón de los que sean beneficiados al dárseles ese auxilio, y que de seguro, pudiera llevarlos a reconsiderar respecto a Dios.

Con certeza digo que una petición que ha de gustarle al Creador escuchar, dada su buena voluntad, es:

¨Señor, quiero servir todas las veces que lo requieras. Quiero ser, como muchos lo han sido en la  tierra, otro de tus dedos.  ¨ 



M. Erskine Rivera
   Mayo 2013

Copyright 2013 M. Erskine


2 Comentaron...¿te animas? :

Anónimo dijo...

Pensando, en si a un pequeño número de personas se les preguntara si en algún momento de su vida ha visto la mano poderosa de Dios actuando a su favor al tocar a otra persona para bendecirlo de una u otra forma, estoy segura de que todos tendrían muchas anécdotas que contar.

Teniendo un Dios como el que tenemos, sumamene bondadoso por naturaleza y que nos da mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, sería innegable reconocer que Su mano ha suplido nuestras necesidades en los casos más extremos.

Hay una cita que me gusta mucho que dice: Hechos 20:35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.

Sin duda, es una realidad... Más bienaventurado es dar que recibir. Cuán satisfecho se siente uno de poder ayudar a otros, sabiendo a su vez que Dios nos ha bendecido tanto a través de otras personas y qué privilegio enorme es ser usados por el Señor a ese nivel.

Tu oración de cierre, preciosa y necesaria, por mi parte la haré parte de mis oraciones.

Muchas gracias por tu artículo semanal, hoy en especial, hermoso y muy oportuno para meditar en este inicio de semana. Dios contigo, bendiciones.

Anónimo dijo...

Tu descripción de sucesos en tu vida y en otros donde la ayuda de Dios ha llegado a tiempo es conmovedor.

Ciertamente Dios nos soprende con ese cuidado aun en ese momento dificil, amargo que pudiera algunos de sus hijos pasar, y envia palabra de aliento, restauración, sanidad, y nos envuelve con ese amor que traspasa nuestro ser y somos levantados y volvemos a tomar el camino por esa ayuda de Nuestro Dios que sin duda llegará a tiempo.

Como agradecidos de ese favor de Dios tambien seamos instrumentos, y me uno a esta oración que como bien dices, al Creador a de gustarle:

"Señor, quiero servir todas las veces que lo requieras. Quiero ser, como muchos lo han sido en la tierra, otro de tus dedos."

Dios te bendiga mas y en cada instante su ayuda sea pronta para tu vida y los tuyos.