jueves, 29 de abril de 2010

Tras la fama.

ARTÍCULO SEMANAL.

Lunes 29 de Abril del 2013.

Tras la fama.

Lavando ropa en estos días, echaba una mirada a un televisor en la lavandería durante el desarrollo de un programa de litigios legales. Una demanda por fraude se ventilaba, pero lo que me dejó pensando fueron las palabras de uno de los demandantes. Se trataba de un joven con un poco más de 20 años, minusválido, y graduado en el campo de la ingeniería de sonido. A una pregunta que le hiciera la mediadora legal de qué era lo que él deseaba lograr a nivel profesional, éste respondió que quería ser conocido en la música y ser visto por miles de personas, y moverse y estar entre los famosos. Que ambicionara a llegar a ciertos niveles, profesionalmente, tiene su lado loable, considerando los obstáculos físicos que él tiene; pero fue la insistencia de que él perseguía hacerse famoso lo que me llevó a cavilar.

¿Qué uno quiere lograr, sinceramente, cuando añora darse a conocer? Pues una cosa es querer dar a conocer un producto, o un servicio, o un mensaje a una muchedumbre de personas, pero cuando es a su propia persona lo que uno quiere mostrar a las masas ... ¿por qué?

El que la gente nos conozca es una consecuencia normal y lógica de nuestra vida en sociedad. Nuestro trabajo y la manera de realizarlo, nuestra conducta y aporte a la sociedad, lleva a que la gente se percate de nuestra existencia. Por lógica, es consecuente. Y debiera ser sólo eso, consecuencia, pero desde antaño existieron personas que anidaron en su corazón el sueño de que muchos les conocieran; y ahora con la facilidad de plataforma que ¨monta¨ la tecnología y las redes sociales, se multiplican los que hacen de darse a conocer, su misión. Se ha medido por siglos que alguien sea persona con éxito si a la pregunta de - ¿Eres conocido?- le sigue una respuesta afirmativa.

Y que esa ¨regla¨ se haya incrementado en nuestra época, al punto de que se persiga ser famoso al precio que sea, es un gran mal y un gran daño a la sociedad.

No sigo de cerca los programas en los que se busca a un nuevo talento musical o de entretenimiento, pero, de vez en cuando los he mirado. En el caso de estos concursos, los participantes van esencialmente por dos cosas: Dinero y fama. 

En este artículo no trato con lo primero, pues que se premie el esfuerzo de alguien, es lo natural y justo. Me detengo en lo segundo. Cuando miro las audiciones de los que aspiran al premio, se percibe el ambiente de ¨destino¨ que el formato del programa promueve, y los jueces que eligen quienes avanzan en tal carrera, lo aumentan. Por ejemplo frente a un aspirante, antes de demostrar su habilidad, algún juez he oído en repetidas ocasiones decir- ¨Sabes que este es el día más importante de tu vida¨, o algo parecido a-¨ En estos minutos se va a decidir tu destino¨. En otras, preguntan a algunos participantes- ¿Crees que tienes la talla para llegar alto?-  Y después de palabras o preguntas así, si a los minutos del participante cantar o bailar, es rechazado, la decepción en la que cae el aspirante es de categoría de estrago. 

Pienso que si estos jueces usaran expresiones más realistas y cuidadosas, los que fueran rechazados por escasear de habilidades artísticas, manejarían más acertadamente la experiencia. Pero hay una expectativa, a veces, irrealísticamente infundida en los candidatos, de que poseen algo sin poseerlo, y a eso sigue la imagen mental de lograr darse a conocer a las masas.

Cuando algún aspirante ha sido aceptado y entra oficialmente en la competencia y avanza en la misma, se le dicen cosas como la famosa frase de- ¨ Recuerda que el cielo es el límite.-, o - ´Tienes en ti la madera de los grandes.´, o - ¨Son millones los que te miran ahora.¨


El querer darse a conocer, que parece intrínseco de nuestra natural existencia, se ha vuelto una obsesión de masas. Masas que persiguen lograr que otras masas les conozcan.

La raíz de esto no es la tecnología, obviamente. Es una sutil tendencia adherida al alma humana. Desear ser el centro de atención, se ha visto hasta en la conducta de los bebitos. 

Lo que han hecho, por ejemplo, los medios masivos de comunicación es provocarlo aún más y la plataforma tecnológica, facilitarlo. Querer ser el centro de atención, se incrementa a partir de una serie de percepciones erradas acerca de uno mismo, de influencias engañosas del mal y de valores y metas desvirtuadas por la sociedad en común.

El conocido astrónomo Galileo, se buscó un problema con la maquinaria religiosa de su época, al comprobar y compartir algo que Copérnico, un siglo antes que él, con sus observaciones señalara. Galileo dijo, en calidad de científico, que la Tierra no era el centro del Universo después de todo. Esto le costó que fuera declarado hereje por el resto de su vida. Según la mentalidad del clero, esto atentaba contra declaraciones bíblicas (textos mal interpretados entonces) halladas en ciertos versos del Antiguo Testamento. Pero lo que más molestaba, y esto también a la rama secular, era que de alguna manera, le quitaba al hombre esa ¨posición¨ de centro.

Galileo no estaba equivocado en sus observaciones. Hoy más que antes, la tecnología espacial corrobora que la Tierra no es el centro en cuyo radio gira el resto de los cuerpos celestes.

La información no es para desalentar al hombre, mas bien debe ayudar al hombre a ver con realismo el diseño en la creación y a indagar y aceptar con justa medida su estimación, en el matiz de las obras de Dios. 

¿Qué postura muestra la Biblia en su texto y contexto respecto a esto?

Tres a grandes rasgos menciono: 
    El hombre fue creado por la mano y el soplo de Dios, a su imagen y semejanza. (Es superior a      los animales, minerales y plantas.)
    Es amado profundamente por su Creador. (Dios envió a su Hijo para redimir al hombre.)
    El centro importante o eje de atención del Universo, no es algo de su creación, es su Creador.

En cierta ocasión, mientras yo participaba de un juego estratégico de mesa contra un jovencito, al ganarle dos de las tres partidas, éste se echó a llorar con sentimientos. El muchacho era de por sí brillante; muy inteligente, pero sus padres habían cometido el error de exaltarlo de manera exagerada. Tenía que ser el de la nota más alta, el más sobresaliente de la clase; no había tolerancia para una nota menor que la A. Y claro, esto el jovencito lo iba interpretando como medida de su valor como persona, y al perder esos dos juegos seguidos, pensó que su inteligencia era desvalorizada en esos instantes y se sintió devastado. Lo consolé lo mejor que pude, y definitivamente a él le estaba dañando esa posición de centro a la que sus padres le llevaban. 

He leído que en culturas de Oriente, en dónde se insiste con porfía en que todo hijo debe sobresalir notablemente sin márgenes de error, jovencitos se han quitado la vida, por miedo a enfrentar a sus padres o tutores luego que fallaran en alcanzar los resultados esperados. 

Se debe motivar y estimular al potencial de un hijo o persona en general, con realismo, con responsabilidad; lo que daña es que con la supuesta intención de estimular a alguien a superar su vida, se le alimente y críe el ego,  y esto, con ideas ilusorias, metas irrealistas, o tras valores efímeros y vanos.

Un consejo, de entre tantos, ofrece la Palabra de Dios:

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.  Romanos 12:3 (Biblia)

Pensar de sí mismo con cordura, no sólo es agradable ante Dios, también es sano para la razón del hombre y en consecuencia, para la sociedad. Descubrir, aceptar y ejercer legítimamente nuestra labor en la tierra, deja la profunda satisfacción de un espíritu servicial. Si en el proceso, llegamos a ser ampliamente conocidos, sabremos manejar mejor la experiencia, ya que, nuestra misión, la de servir, la estamos ejerciendo ya; esto otro fue una natural consecuencia. Hacer lo contrario, perseguir el reconocimiento, deja la amarga experiencia del que se apremia a ser servido y nunca se encuentra satisfecho.

Ir tras la fama o querer ser el centro, a la larga agobia, abate y fatiga al alma humana. Ejemplos suficientes tenemos por el paso de la historia, de lo que ha hecho la fama en la vida de muchos.

¿Por qué buscar eso? Aquél que sí es el centro y además Creador y Sustentador del Universo, ha hecho provisión, por medio de Cristo, para que seamos sus hijos.

¿No es ese de por sí, un gran honor?



M. Erskine Rivera
   Abril 2013

Copyright 2013 M. Erskine


2 Comentaron...¿te animas? :

Anónimo dijo...

Felicidades, muy buen artículo, importante e interesante.

Cuando mencionas, lo que los padres de aquel jovencito hicieron en o de él, en realidad eso es algo mucho más frecuente en nuestra sociedad de lo que pensamos. Padres que exigen a sus hijos ser los mejores en todo, en la escuela, en el deporte, etc, y casi que es algo catastrófico el fallar. Eso hace que desde niños se obliguen en querer complacer a otros, sin dejar lugar a lo que esa persona es y quiere para si misma, no pueden desarrollar abierta y espontáneamente los dones y talentos que Dios pone en cada uno en particular.

Por esta misma razón, los padres casi obligan a los hijos a estudiar la carrera más popular y mejor pagada, sin importar si su hijo es o no bueno para ello y esto a su vez, hace que los jóvenes abandonen a hora temprana sus carreras o a mitad, sin importar el tiempo y dinero invertido, enterrando muchas veces su verdadera vocación.

En realidad lo que los padres deberían hacer es, como bien dices, enseñar a sus hijos desde temprana edad que es Jesucristo el centro y razón de nuestro existir, y permitir que ellos desarrollen lo que Dios ha puesto en ellos y seguramente terminarán siendo personas de bien y útiles a la sociedad, hombres y mujeres felices de poder servir a Dios, por el cual existen todas las cosas, y algo bien importante, que puedan desarrollar en el área correcta los dones y talentos que Dios depositó en cada uno. Eso sí que debe ser una verdadera satisfacción para los padres, ver a sus hijos con Dios como centro de sus vidas y a su vez felices por haberlos apoyado y verlos ser lo que quieren y en lo que son verdaderamente buenos.

Para terminar, bien dices que es un gran honor, haber podido llegar a ser llamados hijos de Dios, es un "enorme honor", un verdadero privilegio. Es Él, "nuetro Dios" el verdadero sentido de nuestras vidas.

1 Juan 3:1a Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.

Gracias por compartir temas de reflexión y que siempre edifican. Dios sea contigo siempre. Bendiciones.

Erskine dijo...

¨ Por esta misma razón, los padres casi obligan a los hijos a estudiar la carrera más popular y mejor pagada, sin importar si su hijo es o no bueno para ello y esto a su vez, hace que los jóvenes abandonen a hora temprana sus carreras o a mitad, sin importar el tiempo y dinero invertido, enterrando muchas veces su verdadera vocación.¨

Bien expresada esa verdad.

Gracias de igual manera por su aporte y la bendición que declara.